Hoy me he parado a pensar lo mucho que
ha cambiado mi vida (y yo misma) en este último año. Recuerdo el
principio del curso pasado, que comencé sin ganas de estudiar,
ilusionada porque sentía que me hacía mayor, pero también asustada
y con un poco de miedo al futuro. Me acuerdo perfectamente de la
cantidad de personas que conocí, y gracias a muchas de ellas aprendí
quien realmente vale la pena y quien no se merece ni la hora.
Recuerdo perfectamente como si fuera ayer aquel 25 de marzo, el peor
día de mi vida, cuando casi lo pierdo para siempre. Gracias a ese
horrible día, me di cuenta de quien estaba ahí apoyándome, a quien
podía considerar realmente mi familia o mis amigos. También me
acuerdo de aquel 5 de abril, cuando la vi después de 5 años, y que
si no fuera por las circunstancias, habría sido el mejor día del
año.
En estos últimos meses aprendí que
hay que disfrutar cada momento bueno, porque ya vendrán los malos
tiempos. Lloré tanto que aprendí que las lágrimas no sirven para
nada, pero que a veces es necesario llorar hasta que te duelan los
ojos para sentirte un poco mejor. Aprendí a valorar lo que tengo, a
demostrar un poco más lo que siento, a decir te quiero
a algunas personas importantes, a pedir más veces perdón, a dejar
el orgullo a un lado y reconocer mis errores y mis defectos.
Sobre el amor...¿qué decir del amor?
En estos momentos ni siquiera sé si existe o es todo una mentira que
nos quieren hacer creer las películas desde que nacemos; cuando por
fin creía que existía me di cuenta de que no todo es tan bonito
como nos quieren hacer ver. Pero de los errores se aprende, y en esta
ocasión aprendí que el amor ya llegará (si es que existe
realmente...)
Aunque ya lo sabía, me di cuenta de
que amigas como ella no hay ninguna, y que si fuera cierta la frase
“Tanto tienes, tanto vales”
yo valdría más que todo el oro del mundo sólo por tener una amiga
como ella.
En el
último año tuve días buenos, días malos y días en los que me
hubiera gustado estar en otro planeta. Ahora lo que tengo que
aprender es a olvidarme de los malos momentos y disfrutar cada minuto
como si fuese el último de mi vida.